¿Quién no ha visto la imagen de
la mujer que se va a la cama y antes de dormir crea una lista interminable de
cosas imaginando lo que hará mañana?, ¿o algún sueño que es tan extraño que no
nos atreveríamos a contar?, ¿o aquel que sólo dice “soñé contigo”, sea lo que
sea que signifique? Pues esos sueños y fantasías son nuestros y de nadie más.
Culpa, culpa, culpa. La gran
ventaja de nuestros sueños y fantasías es que nadie lo sabe a menos que
nosotros decidamos compartirlo, somos libres. Ahí no podemos ser juzgados, somos libres de imaginar lo que deseamos, lo
que no; lo que nos gusta, lo que no; lo que queremos, lo que no. Las fantasías
son parte del descubrimiento de la persona, del “quién soy”, de hecho son una
fase del desarrollo de la identidad sexual que comienza entre los 10 y los 14
años de edad (Monroy, A., 2002). En Colombia, en un estudio (Arias, L., 2011)
realizado con universitarios se encontró que 72.8% dice tener fantasías al
practicar la masturbación.
El erotismo es parte esencial de
la sexualidad, es parte de la definición integral de sexualidad de la OMS. Este
puede referir, entre otras conductas, a las fantasías sexuales. Dicen los
sexólogos que trabajan el tema que las fantasías sexuales son sinónimo de estar
bien, menos estresado; ya que quien se siente culpable, o está demasiado
estresado por el trabajo, la casa, la escuela, etc., tendrá más dificultades a
la hora de fantasear. Incluso una mujer que no tiene fantasías sexuales, que no
puede pensarlas, o que le causan angustia, podría sufrir de un trastorno sexual,
llamado deseo sexual hipoactivo. Violar las normas de las conductas sexuales,
que la sociedad califica como aceptables o correctas, genera culpa. ¿Qué tan
grandes serán las culpas de quienes vivimos en una sociedad que se dedica a
juzgar?
Existen escalas para medir las
actitudes positivas y negativas hacia las fantasías sexuales, como la Escala de
Fantasías Sexuales de Hurlbert (1993). Un estudio (Sierra, JC y cols. 2011) realizado con jóvenes en El
Salvador, mostró que las mujeres tiene más culpabilidad sexual que los hombres,
tristemente no parece sorprender el resultado, que como ellos indican se
encuentra también en estudios con jóvenes españoles. En este estudio se
encontró que a estos jóvenes, las fantasías
son lo que mayor culpa les produce en cuanto a actitudes sexuales. En los
estudios sobre la culpabilidad, incluyendo el realizado en Universidad de
Manizales (Constanza-Cañon, S., 2011), se relaciona mayor culpabilidad al tener
fantasías sexuales y menor número de fantasías con mayor práctica religiosa.
No debemos dejar de tomar en
cuenta que las fantasías son sólo eso, fantasías, hay muchas de ellas que ni
siquiera se desearían llevar a la realidad o que perderían su fuerza…
generalmente una fantasía no representa el deseo de volverla realidad. Muchos
de los estudios sobre fantasías sexuales son sobre el porcentaje de personas
que fantasea durante la relación sexual con otra persona que no sea su pareja:
fantasear no es ser infiel. Tener fantasías sexuales con otras personas no es
determinante de la infidelidad. Lee Ellis y cols. (2005) encontraron, en una
muestra con 8000 jóvenes universitarios de Estados Unidos y Canadá, que
alrededor del 10% tenía fantasías con personas que eran de su mismo sexo, de
los cuales más del 80% se declaraba heterosexual.
Siempre debe tomarse en cuenta
que las fantasías sexuales, como otros comportamientos, son saludables mientras
no se vuelvan comportamientos obsesivos que intervengan o influyan negativamente
en nuestra vida diaria.
Las fantasías pueden ser
compartidas con la pareja, tú decides qué compartes y cómo lo haces. Muchos
sexólogos recomiendan compartir fantasías para mejorar la vida sexual en pareja
o simplemente para mejorar la confianza y la comunicación. Siempre piensa en
qué tipo de pareja tienes actualmente, si es una pareja a largo plazo, si hay
la confianza, si es algo pasajero, si han formado lazos de comunicación
necesarios para éste y todos los grandes temas de la vida.
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